El uso de la realidad y la fantasía en Crónica del desamor, Te trataré como a una reina, Amado amo y El corazón del tártaro de Rosa Montero

Laura Sesana

El uso de la realidad y la fantasía en Crónica del desamor,  Te trataré como a una reinaAmado amo yEl corazón del tártaro de Rosa Montero.

I.  Introducción:

Aunque las novelas de Rosa Montero han cambiado y evolucionado en cuestión de técnica y estructura, muchos críticos están de acuerdo en que Montero se interesa por los problemas sociales y mantiene una temática común.  Las diferencias entre la realidad y la fantasía es un tema que corre por las 4 novelas y es un factor importante en la búsqueda de identidad de los personajes.  Sin embargo la visión y el trato que les da Montero no es siempre el mismo.  El tema de la realidad y la fantasía, y su influencia en la construcción de la identidad de los personajes,  es explorado a través de diversos puntos de vista e incorpora diferentes temas en la obra de Montero.

La realidad de la que tratan de escaparse los personajes de Montero a través de diferentes fantasías y formas de escapismo, es lo que Alma Amell describe como “the human being’s loneliness due to lack of communication; … the monster called society that devours individuals or sweeps them into a corner with its terrible paws of righteousness; and, ultimately, the fear of old age and death,” (Amell, p. 4).  Para Montero, el mundo es un lugar aislado y solitario, donde los hombres tanto como las mujeres son robados de su individualidad y enseñados a seguir los patrones impuestos por una sociedad paternalista y dominante, donde la vejez y la muerte son temidos e ignorados.  Los personajes se refugian en sus fantasías, pero las fantasías siempre resultan peligrosas e in satisfacientes cuando chocan con la realidad en la que viven los personajes que crea Montero.

Los personajes de las novelas están tratando de construir una narrativa de sí mismos que los identifique como individuos.  Para lograr un mejor entendimiento de sí mismos los personajes tienen que examinar la diferencia entre las fantasías imposibles construidas por una sociedad dominante y paternalista y la realidad de la vida en la que se desenvuelven.  En puntos críticos, cada personaje se ve enfrentado con el choque entre la realidad y sus fantasías, y para salir con esperanza, el personaje debe hacer las paces entre lo que le ofrecen sus fantasías y lo que en realidad puede alcanzar dadas las realidades del mundo.  El personaje debe encontrar un balance entre su identidad como individuo y las presiones de la sociedad, donde sus fantasías y esperanzas son realistas y viables.

II.  Crónica del desamor:

Crónica del desamor (1979)  es la primera novela escrita por Montero.  En Crónica del desamor Montero escribe dentro de un marco conocido y personal aunque todos los críticos concuerdan en  que no se trata necesariamente de una obra autobiográfica.  Sin embargo Ana, la protagonista, como Montero, trabaja en el mundo del periodismo y es una mujer educada de clase media.  Aunque Amell describe a los personajes con excepción de Ana como “flat,” (Amell, p. 2) y “two- dimensional,” (Amell, p. 3),   ésta crónica permite una visión del mundo urbano en España de los años inmediatamente después de Franco.  Todos los personajes de la novela están insatisfechos con su vida y sus relaciones, se sienten desconectados del mundo y temen una vejez solitaria y la muerte que le sigue.  Amell contiende que el hecho de que estos personajes sean estáticos y carezcan de complejidad contribuye a que el lector pueda concentrarse en las ideas que expone la autora, (Amell, p. 3).

Aunque Ana parece ser una mujer independiente, siente las presiones profesionales, sociales y la soledad de ser una madre sin marido. Profesionalmente, Ana ha sido ignorada por el hecho de ser mujer.  Tuvo que renunciar en el banco donde trabajaba cuando quedó embarazada de Curro.  En la editorial parece no ascender mientras los hombres mucho menos preparados que ella se vuelven sus jefes.  Durante los primeros meses después de su separación de Juan, el padre de su hijo, Ana goza de su libertad e independencia.  Pero cuatro años después añora ser esposa y meterse en el rol como el que dicta la sociedad machista:  madre y ama de casa.  Ana está cansada del aislamiento y la soledad que le traen el salirse de las convenciones impuestas por la sociedad al ser una madre profesional y soltera.  Ana resume sus relaciones con los hombres al principio de la novela,

Sabe que saldrá y será encantadora, inteligente, divertida y

amable, que representará con sabio hábito su papel de mujer fuerte y

libre, ni exigencias ni lágrimas que son deleznables y femeninos defectos.

“Eres una mujer maravillosa,” dirá él en un momento de la cena con

entonación admirativa y lejana-…- sin poner en la frase más compromiso

que el propio aliento.  Y Ana compondrá una sonrisa lista y segura

mientras intenta tragar su vergonzante sensación de ridículo mezclada con el

leve sabor a sangre de la encía rota, (Montero, 1979, p. 11).

Ana no puede reconciliar lo que ella espera de una relación con un hombre con lo que la sociedad define como la liberación femenina.  Ella quiere ser respetada y amada, que el sexo signifique algo, pero la supuesta liberación femenina le dicta que debe simular que el sexo no significa nada.  Si Ana quiere ser una madre soltera profesional, debe adherirse a lo que la sociedad espera de la “mujer liberada” en todo aspecto de su vida.  Si por otro lado espera el amor y el compromiso, debe asumir el rol de esposa y madre.  Porque Ana se sale de los roles impuestos sobre la mujer por la sociedad, cada vez encuentra más difícil salir adelante profesionalmente y conectar con miembros de esa sociedad, dejándola sintiéndose más sola y aislada.

Ana ve las relaciones de sus amigas con los hombres y ninguna parece tener una buena relación con su pareja.  La educación, ocupación o personalidad de la mujer parece no influir en (the success) de sus relaciones con los hombres, puesto que todas son un fracaso.  El dejar de estudiar y poner a un lado su carrera para convertirse en “el hada del hogar” de Virginia Woolfe no parece funcionar para Julita, quien está pasando por un divorcio difícil con su marido.  Por otra parte, el hecho de que Elena tenga una carrera (sucessful) tampoco parece ayudar a que Elena tenga una buena relación con su pareja, del que se siente completamente desconectada.  A pesar de todo esto, Ana creea una fantasía alrededor de su jefe, Eduardo Soto Amón,  al que solo conoce de vista cuando pasa por la oficina sin ni siquiera fijarse en ella,

el perfecto play boy de las alturas, que en los fines de semana hace

política mientras afina su cintura con el tenis o el balandro.. Un

hombre sofisticado y poderoso, refinado ejemplar de la clase dominante,

viviendo el esplendor de su victoria: un personaje al que Ana siempre ha

odiado, (Montero, 1979, p. 35- 36).

Sin embargo, la fijación de Ana con su jefe la ayuda a sobrellevar su vida mundana, repetitiva y solitaria.  Es una madre soltera con un hijo pequeño al que debe criar.  Sus relaciones con los hombres son fugaces y  nunca llegan a cumplir con las expectativas que ella tiene, dejándola  desilusionada y mas sola que antes.   Profesionalmente, parece que la carrera de Ana está estancada por el simple hecho de que es una mujer.  Soto Amón se convierte en su única esperanza en una vida llena de desesperanza.

Ana pone toda su fe y sus sueños en un hombre al cual ni siquiera le ha hablado. “Todo empezó siendo casi un juego, y, mes tras mes, ha ido convirtiéndose en algo obsesivo: le imagina, le inventa, le recrea.  Quiere ver en él al hombre inexistente,” (Montero, 1979, p. 66).  Ana   sobrelleva su vida vacía e insípida con el sueño de que algún día ese hombre la amará y le quitará toda su soledad y su temor de envejecer sola.  Ana misma sabe que Soto Amón se ha convertido en una fantasía irreal para ella, pero no puede resistir la idea de descubrir el lado tímido y suave de ese hombre poderoso y  aparentemente frío e insensible.  Ana está cansada de tener que conciliar su individualidad con lo que espera de ella la sociedad piensa que una relación con Soto Amón le ayudará a hacer las paces entre quien es y quien la sociedad quiere que sea.

Cuando finalmente Ana llega a conocer a Soto Amón su fantasía  choca con la realidad.  Regresan a el apartamento que tiene Soto Amón en el centro de la ciudad, puesto que es casado y su esposa e hijos viven en una casa en las afueras de la ciudad.  La noche termina siendo poco romántica y completamente predecible para Ana,  como en la cita del principio del libro.  Al ver que todo lo que hace su jefe es vacío y superficial, Ana se da cuenta de que él no la entiende y no entiende lo que esa noche significa para ella.  Soto Amón es un hombre como todos los que ella ha conocido.  No es el príncipe azul con el que ella soñaba, sino otro hombre que sólo quiere sexo y luego deshacerse de ella, aprovechándose de la supuesta liberación femenina, que le prohíbe a Ana exigirle nada.   En este momento Ana ve la distancia entre no solo ésta, pero todas las fantasías de su vida y la realidad,

Y con entristecida certidumbre, Ana intuye en un segundo el desarrollo

de la noche, él me desnudará con mano hábil y ajena, simularemos unas

caricias vacías de intención, nos amaremos sin decir nada en un coito

impersonal, Eduardo tendrá un orgasmo ajeno a mí, sin abrazarme, sin verme,

sin recordar seguramente quién soy yo.  Después habrá un discreto,

mínimamente amable momento de descanso, y de inmediato la mirada al reloj,

lo siento pero me tengo que marchar, dirá él, es lo estipulado con mi

mujer…  Y bajaremos a la calle, él estará duro, frío y distante, ¿no te importa que te deje en un taxi?,  Se me ha hecho muy tarde, comentará posiblemente.  Yo me

sentiré ridícula, defraudada, y le diré que no, que no me importa, sabiendo que

no me acompaña porque quiere dejar marcadas las distancias, no me vaya a

creer yo que, no me vaya a pensar, para demostrarme que lo que hemos hecho

no ha significado nada, (Montero, 1979, p. 243-244).

Aquí la realidad choca con la fantasía de Ana.  Ana se da cuenta de que no puede buscar autodefinirse por medio de un hombre y que ella misma tiene que buscar una solución para reconciliar las presiones del mundo exterior con como ella piensa que debe vivir.

El caso de Elena es también muy interesante.  Elena es una académica feminista que evade su realidad, su inhabilidad de comunicarse con Javier y su soledad  con la idea de que tiene que ser una feminista extremada.  Elena trabaja todo el día, no cocina, nunca se ha casado y no quiere tener hijos.  Si embargo, la realidad de su vida choca con sus ideas sobre el feminismo cuando se da cuenta de que su relación con Javier nunca le va a dar lo que ella quiere y que la maternidad no tiene que ser un instrumento de opresión.  Al final de la novela, “Elena has come to regard  maternity as an affirmation of the self thus recognizing that feminine identity may after all lie in difference; in the biological possibility of giving birth as opposed to that experiential necessity of giving birth,” (Knights, p. 66).  Para Elena, la maternidad se convierte en una opción y no en una obligación.  Elena ha logrado formular sus ideas y fantasías de una forma que no choca con la realidad de su vida, dándose una identidad y un entendimiento de sí misma mucho más profundo y perdurable.  Al re-evaluar lo que significa ser mujer, Elena se abre posibilidades en un mundo que no puede cambiar ni continuar evadiendo.  Elena se vuelve uno de los pocos personajes de Montero que salen triunfantes de la lucha entre sus fantasías y la realidad y logran alcanzar un mayor entendimiento de su identidad.

El mensaje de esta novela parece ser que la autora piensa que las fantasías son eso, simplemente fantasías,

Ella (Ana) sabe que este amor es solo una invención, ¿y qué importa?

¿No son todos los amores- a excepción quizá de los primeros- una

simple construcción imaginaria?  Es posible que tras los pequeños

desencantos cotidianos me sienta necesitada de inventar un cándido

romance, recuperar el fulgor de los amores al maestro, creerme todavía

joven, algodonar la monótona existencia olvidando que ya tengo treinta años,

que la vida se escapa, rápida y banal, hacia la muerte que llevamos

dentro, (Montero, 1979, p. 66).

Sin embargo, cuando esta fantasía choca con la realidad,  Montero parece sugerir que Ana tiene que conseguir otras formas de autodefinirse, de recuperar su entusiasmo por la vida, de sobrellevar la monotonía y de no temer la vejez y la muerte, puesto que son inevitables.  Nadie sino Ana misma puede encontrar su identidad y llegar a un nivel, como Elena, donde ha podido juntar las realidades de la sociedad con sus ideas sobre la vida.  Ana debe preguntarse qué quiere, pero debe formular la respuesta en términos que le permitan vivir en la sociedad mientras al mismo tiempo mantenga su identidad como individuo.

 

III.  Te trataré como a una reina

El trato de la fantasía y la realidad es similar en Te trataré como a una reina.  Aunque Montero se sale de su ámbito conocido de Crónica del desamor, sigue exponiendo una visión similar en Te trataré como a una reina.  Ya los personajes de Montero no son las mujeres profesionales, similares a su autora, sino los habitantes de una sub-cuidad,  el Desiré; un Madrid que Knights compara con el Esperpento de Valle-Inclán.  En esta novela, denominada por Harges como la primera obra de metaficción de Montero, todos los personajes construyen fantasías para sobrellevar lo horrible de sus realidades, como lo hacen los personajes de Crónica del desamor.  Sin embargo, en Te trataré como a una reina, las realidades de los personajes son mucho más crueles y las fantasías más extraordinarias y fanáticas.    En esta novela, Montero expande el tema de la realidad y la fantasía haciendo mas obvio que en Crónica del desamor la influencia de la cultura popular machista sobre las fantasías de los personajes.  Aunque en Crónica del desamor la fantasía de Ana con su jefe también exhibe la influencia de la cultura dominada por los hombres, en Te trataré como a una reina es mucho más marcada y explícita.

En la novela, las mujeres (Bella, Antonia y Vanessa) crean un mundo de fantasía para poder sobrellevar la soledad y alienación de un mundo que las oprime.  Sin embargo, estas fantasías están basadas sobre modelos paternalistas, como los boleros y el cine.  Bella, una cantante de boleros del Desiré, un poco vieja y gorda,  sueña en términos de los boleros. Las canciones que canta la invaden con el sueño de que ella y Poco se van a ir a Cuba donde ella va a ser una estrella de boleros y él su manager.  Bella empieza a definirse por medio de  los boleros,  y a pesar de que parece saber que los hombres son engañosos, Bella se enamora demasiado fácilmente de Poco, seducida por el exotismo y la fantasía de los boleros.  Bella internaliza estos hasta el punto que es casi imposible diferenciar entre la letra de las canciones y sus propios pensamientos y sentimientos.  Sin embargo, Harges acierta que en el mundo que pintan los boleros es fácil ver la imposibilidad de lo que prometen, (Harges, p. 39).  Por otro lado, Knights nota que los boleros son algo completamente ajenos a la realidad y que expresan un sentimiento imposible de alcanzar, (Knights, p. 118).

Vanessa y Antonia, por su parte, sueñan en términos de Hollywood y la televisión.  Vanessa  es una joven que limpia oficinas de día bajo el nombre de Juana, pero de noche se convierte en Vanessa, una joven que pronto será estrella.  Cuando Antonia, una mujer virgen de 46 años recibe su primer beso, piensa, “ ya está, se decidía Antonia, me están besando como besan en las películas, me están besando a mí, me están besando,” (Montero, 1982, p. 119).  Aquí se puede ver hasta que punto las mujeres han internalizado los principios de la sociedad que las oprime y ellas mismas se convierten en contribuyentes de su propia opresión pues estas mujeres mismas se definen por medio de patrones y modelos ofrecidos por la sociedad que las quiere dominar.

Las mujeres están tan absortas en sus sueños que no se dan cuenta de la realidad de lo que pasa en sus relaciones.  Para empezar, como anota Knights, los personajes masculinos, Poco, Antonio y Damián, son todo lo contrario de los héroes románticos de los boleros, el cine y las novelas.  Poco es bajo y contrahecho, con una cara arrugada; Antonio es débil, obsesivo, inseguro y paranoico; y Damián es bizco e inmaduro.  Por otro lado, las relaciones en sí no tienen nada que ver con sus sueños.  Bella piensa que es la destinataria de los boleros de amor que escribe Poco y que quiere llevársela a Cuba y casarse con ella, cuando en realidad los boleros y los sueños de Cuba son para Vanessa. Vanessa piensa que Antonio es diferente a los hombres que sólo quieren acostarse con ella y que la ama, cuando en realidad Antonio se siente que esta perdiendo su “sex appeal” y que Vanessa es su ultima oportunidad de ganar un “buen trofeo.”  Por su parte Antonia piensa que Damián es un niño que necesita una madre más que una pareja sexual, cuando en realidad los instintos maternales de Antonia le repugnan a su joven amante.

Sin embargo, estas mujeres son incapaces de darse cuenta de que sus sueños son imposibles de realizar.  Al final de la novela, la vida de estas mujeres se derrumba al verse enfrentadas con la realidad.  Al darse cuenta de que su sueño de irse a Cuba con Poco era imposible, y que su realidad no son las playas blancas de los boleros, sino que en su mundo, “No hay más palmeras que las de cartón.  No hay más mulatas que las del faldellín de paja dibujadas en la pared.  No hay más playa tropical que la del despintado y despellejado mar del Desiré,” (Montero, 1982, p. 85), Bella pierde el control y ataca a Antonio, así terminando en la cárcel.   Cuando Antonio se entera de las relaciones de su hermana con un hombre menor, le prohíbe continuar su relación con el chico.  Finalmente, Vanessa termina en la clínica, desfigurada y despojada de su belleza, lo único que le daba identidad.  Estas tres mujeres habían definido sus vidas y su identidad en términos imposibles de realizar.   En cuanto a la fantasía, teoriza Harges,  Montero parece ofrecer una advertencia a las mujeres para que dejen de soñar y busquen soluciones reales y posibles para sus problemas.  El mensaje aquí es algo diferente.  Como en Crónica del desamor, Montero sigue pensando que las fantasías son inútiles, pero aquí no son simplemente inútiles sino peligrosas.  Sin embargo, parece que hay esperanza para Antonia, pues es la única que ha podido convertirse en el centro de su narración.

A través de la novela, Antonia lucha por reconciliar su educación estricta religiosa con sus necesidades sexuales como mujer.  Al principio, cuando se masturba en secreto, tiene que correr a confesarse con el curra sordo de su parroquia.  Sin embargo, esta lucha se vuelve más fuerte durante su primer encuentro sexual con Damián.  En este momento Antonia lucha contra sus ideas religiosas por su libertad sexual,

<<esto>> lo hacen ahora todas, se dijo: Dios no podía ser tan

implacable como para condenar a media humanidad al fuego eterno.

Se sintió aliviada, repentinamente fuerte, segura de sí misma.  En un

arranque de decisión se quitó las bragas, y después se santiguó para

conjurar la buena suerte,(Montero, 1982, p. 121).

Antonia empieza a rebelarse contra las ideas machistas que la oprimen y no la dejan ser realmente quien es: una mujer sexual.

El tema de las cartas de Antonia a su madre muestran como Antonia lucha entre la realidad y la fantasía para construir una narrativa que la defina como individuo.  Las cartas, con excepción de la ultima, muestran que Antonia se ve a sí misma como una víctima completamente dependiente primero de su hermano y luego de su joven amante. La primera carta a su madre habla casi exclusivamente de Antonio, Damián, el Doctor Gómez y Miguel, un médico del pueblo,

Querida madre: Espero que al recibo de ésta esté usted muy bien.

Antonio está muy bien gracias a Dios, y yo ya le digo que le escriba a

usted pero ya sabe como es Antonio y Además está muy ocupado con

su trabajo y sus olores….Antonio ya va para los cincuenta y no es bueno

que el hombre esté solo,….hay hombres que tienen ese carácter y hay

otros que son más tranquilitos, como Damián, el sobrino del portero,…es

casi un niño pero se parece a don Miguel, aquel médico tan guapo que

vino al pueblo antes de que muriera padre, (Montero, 1982, p. 63- 64).

Antonia expresa todas sus fantasías amorosas en sus cartas.  También es fácil notar que Antonia busca la aprobación de su madre a través de sus cartas.  Harges ve las cartas como un símbolo de las características asociadas con la escritura femenina: “la  falta de puntuación y estructura gramatical, los errores de gramática, la repetición, el sentimentalismo y la exageración,” (Harges, p. 47)  y  las ve como el escape de Antonia de su realidad solitaria y deprimente.  La ultima carta de Antonia es interesante porque denota mas autonomía y unas ganas de convertirse en el tema de sus cartas y hacer las paces con lo que siente sexualmente y su educación católica.  Antonia trata de convertirse en el centro de su vida por primera vez,

Querida madre: No soy buena, madre, pero tampoco soy muy mala.

No soy buena pero dentro muy dentro sé que no soy mala….Isabel me

decía que hay que vivir y yo creo que ahora estoy viviendo y a ratos soy

feliz y a ratos me entra como una angustia muy grande por dentro, pero

los ratos de felicidad son más largos así que da lo mismo…,P.D. Antonio

está muy bien y manda besos, ” (Montero, 1982, p. 149-150).

Es interesante ver como han cambiado las cartas de Antonia a su madre y como el personaje evoluciona y se hace conciente de su propia identidad. .  Mientras que el futuro de Bella y Vanessa parece ser incierto, Antonia, en un nivel inferior al de Elena en Crónica del desamor, parece encontrar su identidad y tomar las riendas de su vida.

IV.  Amado amo

El uso de la realidad y la fantasía y cómo contribuyen en la construcción de la identidad es muy interesante en Amado amo y demuestra como ha crecido en complejidad la exploración de Montero en el tema.  Primero que todo, la novela es contada a través del punto de vista de un hombre, mientras las otras tres novelas muestran más el punto de vista de las mujeres.    En su cuarta novela, Montero regresa al mundo profesional de Madrid.  En Amado Amo el protagonista trata de evadir la realidad de su aislamiento y su falta de identidad por medio de las fantasías pastoriles y la paranoia.

César Miranda es un pintor pop que trabaja en la Golden Line, una agencia de publicidad.  César es un típico anti- héroe.  Es un hombre cerca de los cuarenta y cinco años que trabaja en una compañía multinacional donde el poder y la ascensión depende de la habilidad de humillar y aprovecharse de los demás.  César está envejeciendo y la oficina se empieza a llenar de hombres más jóvenes, ambiciosos y si escrúpulos. César está obsesionado con el hecho de que no puede reconciliar su moralidad y sensibilidad de artista con las prácticas necesarias para triunfar en el mundo agresivo de los negocios en la era post- franquista.  Esto hace que César se sienta artísticamente estancado.   Sin embargo, según Knights, César acepta su destino con fatalismo y no hace nada para liberarse y construirse una identidad, (Knights, p. 171).  Cuando era joven se imaginaba a los cuarenta y cinco años pintando, tomando vino y oyendo jazz en un taller espectacular.  Pero la realidad es que está envuelto en una situación donde debe aparentar ser alguien seguro de sí mismo y amigo de sus colegas mientras por dentro debe intrigar contra ellos para sobrevivir en la agencia.  No pinta ni oye jazz;  se dedica a pasar el tiempo,

Pero ahora más que pasar las horas muertas se dedicaba a matar horas.

A estrangularlas.  Asfixiarlas lentamente.  Se coge a la hora por la parte

más delgada de su estructura temporal y se aprieta vigorosamente hasta

que entrega, agonizante, su último minuto,” (Montero, 1988, p. 26).

Es interesante notar, como lo hace Mary C. Hares, que el uso del leguaje de Montero en esta descripción recuerda a la pintura “La persistencia de la memoria” (1931) de Salvador Dalí, (Harges, p. 58).  Lo cual parece muy adecuado puesto que los recuerdos y la memoria son lo único que tiene César en la vida vacía que lleva.

En vez de afrontar la pérdida de su identidad dentro de “la colectividad depredadora” (Montero, 1988, p. 195) del mundo capitalista, César fantasea con un mundo donde nadie es inseguro sobre su identidad,

El mito del regreso a la Arcadia de los hippies siempre le pareció a

César una inmensa tontuna, pero ahora empezaba a considerar que el

destripar terrones podía ser el único remedio para la enfermedad

ejecutiva.  Porque en el campo no necesitabas estar luchando constantemente

para mantener tu identidad, (Montero, 1988, p. 167).

En otros momentos César imagina tener una idea revolucionaria que le devuelve el respeto de sus colegas y jefes .  Sin embargo, a pesar de todas sus fantasías de triunfar, abrir su propia agencia, reconquistar el respeto perdido, César nunca actúa y es esta inhabilidad de actuar lo que le obsesiona.

César crea una fantasía alrededor de Clara, una mujer con la que vivió y la cual lo dejó años atrás.  Parece que tanto la actitud de la oficina como el rechazo de Clara son las raíces de la crisis actual de César.  César cree que Clara es la única persona que podría devolverle las ganas de vivir y la vida que tuvo anteriormente, la felicidad, el respeto de sus colegas.  La recuerda en la cama junto a él, dormida.  Sin embargo, su fantasía choca con la realidad cuando recuerda que sólo se entendía con Clara cuando ella dormía; solo en esos momentos se sentía realmente conectado a alguien y cerca de alguien,  “Dormida, Clara bella y nocturna siempre respondía y era lo que él quería que fuese.  Pero de día se miraban el uno al otro desde los extremos opuestos de una distancia sideral,” (Montero, 1988, p. 102).  Recuerda que Clara abortó diciendo que no quería tener hijos.  Sin embargo, un amigo le cuenta años más tarde que la vio alegre y  embarazada de otro hombre.  La fantasía del cuerpo cálido en la cama que lo amaba choca con la realidad que su relación con Clara nunca fue en realidad lo que el imaginaba o recordaba.  Esto parece quitarle las ganas de vivir, de pintar, de trabajar, de conectar con la gente y lo lleva a vivir una vida solitaria y sin sentido.

Nacho es su más grande rival, su Némesis.  Nacho es un hombre joven proveniente de una familia rica y conocida.  César lo introdujo en la agencia y lo defendió en sus primeros años.  Sin embargo, ahora, César siente que Nacho quiere eliminarlo de la agencia y que a todo momento está planeando algo contra él.  Aquí Montero usa la paranoia como un instrumento de “self- punishment,” (Harges, p. 65) por su inhabilidad de actuar contra un mundo que le roba la identidad.  César piensa que en su oficina y en su limitada vida social, todos están tramando para humillarlo, quitarle su posición en la agencia y a su novia, Paula.   De vez en cuando pasa por la agencia, pero cuando llega siente que todos planean desterrarlo como hicieron con Matías.  Sin embargo, su paranoia le sirve para no pensar en lo vacía y solitaria que es su existencia comparada con la de sus  colegas y ex -amigos, “Having thus labeled himself a ‘has – been,’ he imagines and orchestrates his own downfall, one ultimately caused by his inability to reconcile the differences between society’s expectations of him and his search for an individual identity in the world,” (Harges, p. 59).

La paranoia se extiende a su novia, Paula, quien César piensa está teniendo una relación con Nacho, su rival y enemigo.  Según Knights, César ve su identidad amenazada por la mujer liberada que representa Paula, (Knights, p. 173).   El hecho de que Paula y Nacho estuvieran hablando en la fiesta hace que la cabeza de César dé brincos y los imagine en la cama.  Sin embargo,   César crea esta fantasía para esconderse el hecho de que Paula no quiere casarse con él y ella no es la persona que pueda ayudarle a acabar con su soledad, su tristeza y su inhabilidad de pintar.    César no quiere admitir que su incapacidad de tener una relación verdadera con nadie en su vida y que no posee nada que le de valor como individuo.

El  pensar en toda esta intriga  hace que César pueda ignorar que es un “elefante,” que sus ideas ya no son frescas y que los clientes ya no preguntan por él; que ha pasado de moda.  Así César puede ignorar que no ha hecho con su vida lo que soñaba cuando joven y que la vejez lo alcanza. César está completamente solo en el mundo, “caía en la cuenta de que no tenía familiar alguno, ni siquiera un miserable primo, y que no había nadie en el mundo a quien pudiera considerar como algo suyo,” (Montero, 1988, p. 204).  La paranoia de César llega a un punto crítico en la fiesta en la casa de Nacho.  César patea al perro de Nacho porque piensa que Nacho no sólo está teniendo una aventura con Paula, sino que también ha amaestrado a su perro para que se masturbe solamente con César.

En un punto de la novela, César busca el significado del verbo “dominar,”

Dominar era achantar, achicar, acobardar, agotar o acoquinar, ponía el

libro.  Era aguantarse, …oprimir, someter y vencer.  Qué razón tiene,

reflexionaba César, para quien la lectura de dicha página del diccionario

había resultado tan apasionante y tan vivida como la de un

diario autobiográfico,(Montero, 1988, p. 146-147).

La larga lista de verbos y adjetivos parece ser insignificante a primera vista, pero como anotan muchos críticos, también se puede ver como un resumen de lo que sienten los personajes a través de la novela, “It reveals the chaotic nature of having to maintain apparently orderly but contradictory public and private images and his confusion between reality and fantasy.  Despite an outward appearance of confidence, César’s internal disorder severely saps his creative energies,” (Harges, p. 66).   César no sabe conciliar su sensibilidad artística con el hecho de que tenga que formar parte activa de la intriga de la oficina para no ser eliminado como Matías.

Harges describe esta novela como “the problem of reconciling the individual search for autonomy in modern Spanish society with the struggle for recognition and power in the misanthropic post- Franco corporate world,” (Harges, p. 56).  El lector se entera de los eventos que han llevado a César a un estado de desencanto y estancamiento artístico por medio de sus recuerdos fragmentados.  Sin embargo, César no es como Ana y Elena en Crónica del desamor o Antonia en Te trataré como a una reina, porque no logra, como lo hacen ellas, construir una narrativa coherente sobre su identidad y su vida se desintegra en una rutina cada vez mas simple, (Knights, p. 172).

Al final de la novela, César traiciona a su novia Paula para poder quedarse con su puesto y ser invitado a la conferencia anual de la agencia.  Con este final Montero parece decir que, como sugiere Knights, César no ha podido construir una narrativa de identidad para sí mismo, y así pierde su identidad, convirtiéndose en lo que aborrecía para poder sobrevivir en el mundo de la oficina, puesto que es el único mundo que le queda.  César pierde su identidad y sus sueños de un mundo idílico chocan con la realidad de que ha perdido su individualidad y es solo otro trabajador sin rostro que traiciona a sus colegas para sobrevivir en el mundo profesional.

 

V.  El corazón del Tártaro.

El uso de la realidad y la fantasía es también tratado diferentemente en El corazón del Tártaro, La novela más reciente de Rosa Montero hasta el momento.  Zarza es una mujer de alrededor de cuarenta años que trabaja en una editorial como editora de historia medieval.  No tiene amantes ni amigos y su vida es tan vacía como su apartamento, “No había ni un cuadro, ni un cartel, ni siquiera un calendario en toda la casa.  Y tampoco objetos decorativos, floraros, ceniceros… Bien podría haberse acabado de mudar, pero lo cierto es que ya llevaba dos años en el apartamento,” (Montero, 2001, p. 13).    Sin embargo, el vació no es lo que está tratando de evadir Zarza por medio de la fantasía como lo hacen los personajes de las obras analizadas anteriormente, “A Zarza le gustaba que su mundo fuera así, impreciso, elemental, carente de memoria, porque hay recuerdos que hieren como la bala de un suicida,” (Montero, 2001, p. 13).  El vació y la historia medieval con la que trabaja son sus fantasías para evadir una realidad mucho mas sucia y dolorosa.  Zarza crea un mundo de vacío alrededor de su vida, evitando las ataduras de toda clase; los amigos, amantes, hasta la decoración de su casa para evitar su pasado horrible, “La memoria de Zarza era un volcán en súbita erupción y la lava producía una quemazón casi insoportable,” (Montero, 2001, p. 158). Su fantasía es un mundo sin pasado inmediato mas que el pasado que trata en su trabajo de estudios medievales.  Este es el único pasado que quiere Zarza, sin embargo, es una fantasía.

Zarza quiere borrar su pasado por medio de llenar su vida de vacío.  Zarza no tiene amantes ni amigos y el único lazo afectivo que mantiene es con su hermano autista, Miguel.  Cuando el vació no le resulta suficiente para mantener afuera el pasado y sus recuerdos, Zarza se refugia en las historias medievales con las que trabaja en la editorial,

Siempre había utilizado la Historia como escape, tanto en su

primera juventud, cuando estudió la carrera en la universidad, como

en la cárcel, y ahora había vuelto a recurrir a esa vieja estratagema

consoladora y se había zambullido en sus libros medievales, en un

tiempo y un mundo que nada tenían que ver con su realidad.

¿O quizá sí lo tenían? (Montero, 2001, p. 175).

Zarza quiere olvidar que su padre abusaba de ella y de su hermana y que él asesinó a su madre.  También quiere olvidar lo que hizo mientras fue adicta a la heroína: vendió su cuerpo y el de su hermano autista, trató de asesinar a Urbano, alguien que le quiso ayudar, y traicionó a Nicolás.

Para no pensar en esto, Zarza se refugia en el vació y la rutina, en no tener contacto con nada ni nadie.  Zarza, como los otros personajes de Montero, está aislada de la sociedad, pero aquí el aislamiento es voluntario y funciona como un instrumento de evasión de la realidad,

Todas estas naderías, puestas unas detrás de otras, terminan construyendo

algo parecido a una vida.  Eran como un esqueleto exógeno de la

existencia, rutinas para seguir adelante, para ir tirando, para respirar

sin necesidad de pensar.  Y así los días se irían deslizando con

suavidad por los flacos del tiempo, felizmente vacíos de sentido,

(Montero, 2001, p.15).

Las fantasías de Zarza aquí tienen una función diferente a las fantasías en las novelas anteriores.  Las fantasías medievales de Zarza, en vez de alejarla de su realidad e identidad, como lo hacían en un principio, a medida que progresa la novela,  le ayudan a aceptar sus actos y le muestran como afrontar su pasado y poder seguir adelante.

Su fantasía choca con la realidad con una llamada de su hermano mellizo, Nicolás.  El pasado que Zarza llevaba siete años tratando de borrar le volvió con solo oír la voz de su hermano.  A medida que transcurre la novela, Zarza involuntariamente va recordando todo lo que había suprimido durante años.  Sin embargo, las historias medievales luchan por mantenerse en la conciencia de Zarza, y ella se imagina como la protagonista de muchos cuentos antiguos para darse fuerza para afrontar su realidad.  Sus historias son su forma de hacerle frente a su realidad de una vez por todas y buscar perdón y perdonarse por lo que ha hecho.  A medida que Zarza afronta su pasado y su realidad, se puede deshacer del la fantasía de no tener un pasado y de el vacío que ha construido a su alrededor para por fin ser libre y vivir de verdad.

A través de la novela, Zarza enfrenta un pasado que no quiere recordar mediante las fantasías medievales.  Zarza se refugia dentro de la leyenda de El Caballero de la Rosa escrita en el siglo XII por Chrétien de Troyes, para poder enfrentarse a su hermano Nicolás, al cual traicionó, enviándolo a la cárcel por siete años. La leyenda habla de dos hermanos que arriesgan sus vidas el uno por el otro y luego terminan siendo enemigos a causa de una traición.  Zarza ve su historia con Nicolás reflejada en la leyenda.  Aunque al final de la leyenda los hermanos se matan mutuamente, al identificarse con el personaje del Caballero de la Rosa, Zarza inconscientemente empieza a aceptar su pasado y a darse cuenta de que tiene que hacerle frente porqués pasado forma parte de ella.  Zarza también empieza  a indagarse sobre su propia identidad, separada de la de Nicolás, “Si, como, es evidente, dependemos para construir nuestra identidad de lo que los demás opinan de nosotros, el traidor ha de ser por fuerza un sujeto confuso,” (Montero, 2001, p. 145).

Por medio de la leyenda de El Caballero de la Rosa, Zarza empieza a definir su propia situación,

¿Fue un traidor el Caballero de la Rosa al acostarse con la esposa de su

padre, con la madre de su hermanastro? ¿Fue esa la gran culpa que le

condenó a vagar por el mundo sin reposo e incluso a perder su propio

nombre?  Pero Chrétien de Troyes, fiel al espíritu cortés, considera

que el verdadero amor está libre de pecado.  Más culpable, parece, en la

leyenda, el heredero.  También Gaon traiciona de alguna manera a su

hermanastro cuando le niega toda posibilidad de perdón.  Su odio es

extremado; su dureza, inhumana.  Hay lazos de afecto tan profundos

que no pueden romperse sin mutilarse y Gaon no supo vivir a la altura

de sus sentimientos.  Traicionó sus propias posibilidades de ser alguien

mejor, (Montero, 2001, p. 146).

Sus fantasías le dan la fuerza para enfrentar el hecho de que traicionó a Nicolás, pero que también merece perdón porque no puede vivir sin pasado ni identidad.  El mito de la ninfa Salmacis también ayuda a que Zarza explore su relación con Nicolás, “La ninfa Salmacis amaba con tal intensidad a su hermano adolescente que no quería separarse de él ni el más breve momento.  Acabaron por fundirse la una en el otro, trasmutados en una deidad híbrida llamada Hermafrodita.  Esto es, perdieron su identidad y se convirtieron en algo monstruoso,” (Montero, 2001, p. 169).  Así Zarza lucha por mantener una identidad propia, independiente de Nicolás, y para lograr esto debe afrontar su pasado.

También sus fantasías le ayudan a aceptar que su padre abusaba sexualmente de ella y que asesinó a su madre.  Le dan la fuerza para aceptar que fue adicta a la heroína, que vendió su cuerpo porque Nicolás se lo pidió, que trató de robar un banco, que casi mata a Urbano, el único hombre que en realidad la había querido y que la había querido ayudar.  Finalmente, Zarza se perdona y pide perdón tanto a Nicolás como a Miguel.  Para realmente vivir, Zarza debe entrar en el corazón del Tártaro, “que era, según los griegos, la región más profunda y desesperada del infierno,” (Montero, 2001, p. 189), el corazón de su propio infierno, mirarlo cara a cara, aceptarlo y tomar la decisión de seguir adelante.  Zarza debe aceptar que ese es su pasado y de ese pasado debe tratar de construir una narración de sí misma que la permita vivir en paz con lo que ha hecho.

VI. Conclusión

Aunque las novelas y personajes de Montero hayan cambiado notablemente en los últimos veinte años, existe una preocupación común y un tema que corre por las cuatro novelas analizadas anteriormente.  En las novelas, los personajes: Ana, Elena, Bella, Antonia, Vanessa, César y Zarza se salen de las convenciones impuestas por la sociedad y tienen dificultades conciliando sus fantasías con la realidad en la que viven.  Todos se encuentran en medio de una lucha entre su identidad como individuo y lo que la sociedad les exige, por esto se encuentran solos y aislados.    Cuando la realidad choca con sus fantasías, los personajes se ven forzados a construir una narrativa de sí mismos que sea compatible con las realidades sociales.  No todos salen adelante y así pierden su identidad.

En Crónica del desamor, Ana es una madre soltera profesional que se siente aislada a causa de ser mujer y no estar casada en la sociedad post-franquista y de la llamada liberación femenina.  Para sobrellevar su soledad y su inhabilidad de conciliar el lado privado y el público de su vida, Ana crea una fantasía irreal alrededor de su jefe.  Por otro lado, su amiga, Elena, es el prototipo de la mujer feminista española del final de los años setenta.  Después de ser una feminista ardiente, Elena se encuentra desencantada con las promesas de libertad del feminismo cuando se pregunta quien se beneficia en realidad de la supuesta liberación femenina.  En Te trataré como a una reina, las tres mujeres se salen de las normas impuestas por la sociedad, como lo hacen Ana y Elena, porque no son casadas.  Ellas también se refugian en sus fantasías para sobrellevar el hecho de que su situación irregulas las aliena de la sociedad.  Sin embargo, estas mujeres también construyen su identidad con base en estas fantasías y su identidad se ve amenazada cuando sus fantasías chocan con la realidad.  César, el protagonista de Amado Amo, parece ser el personaje con menos esperanza de ganar la lucha entre su identidad y las presiones sociales.   César no puede unir su identidad con las convenciones del mundo de negocios capitalista, y lo trata de evadir por medio de la paranoia y las fantasías por las cuales nunca actúa.  Finalmente, en El corazón del Tártaro, Zarza presenta un caso diferente e interesante.  Para Zarza, el aislamiento y la soledad no es lo que trata de evadir por medio de la fantasía como lo hacen los personajes anteriores.  En cambio, el vacío es su fantasía.  Otras fantasías, las fantasías medievales, sirven una función diferente en El corazón del Tártaro.  En vez de ser contraproducentes, aquí las fantasías sirven como vehículo para que Zarza enfrente su pasado y construya su identidad.

Solamente los personajes que logran conciliar su individualidad con las presiones de la sociedad parecen salir con esperanza en la obra de Montero.  Solo los que pueden construir una narrativa coherente de sí mismos parecen salvarse de “the monster called society that devours individuals or sweeps them into a corner with its terrible paws of righteousness; and, ultimately, the fear of old age and death,” (Amell, p. 4).   Para finalizar, es interesante notar que las fantasías toman una función y un carácter completamente diferente en El corazón del Tártaro, y que Montero está dándole otro matiz a las fantasías en su más reciente novela, pues aquí las fantasías no funcionan para derrumbar la identidad, sino que para construirla.

Bibliografía

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Brown, Joan L.  Women Writers of Contemporary Spain. Newark:  University of

Delaware Press,  1991.

Harges, Mary C.  Synergy and Subversión in the Second Stage Novels of Rosa

Montero.  New York: Peter Lang,  2000.

Knights, Vanessa.  The Search for Identity in the Narrative of Rosa Montero.

New York: Edwin Meller Press,  1999.

Montero, Rosa.  Amado Amo. Madrid: Debate, 1988.

—.Crónica del desamor. Barcelona: Plaza y Janés, 1999.  (Primera edición: 1979)

—. El corazón del Tártaro.  Madrid: Espasa, 2001.

—.Te trataré como a una reina.  Barcelona: Seix Barral,  1988.

(Primera edición: 1983).

Pérez, Janet.  Contemporary Women Writers of Spain.  Boston: Twayne Publishers,

1988.

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