La casa de Bernarda Alba (1936) Federico García Lorca

 Laura Sesana

La casa de Bernarda Alba (1936)

Federico García Lorca (1898  -1936)

I. ¿Obra poética o realista?

Según MS Encarta, el realismo es una corriente de finales del siglo IXX en la cual los escritores buscaban representar el carácter humano y todo aquello que le rodeaba. También  buscaban representar personas y objetos exactamente como aparecen en la vida real y buscaban ser objetivos y mostrar lo positivo y negativo de la realidad y las personas.  Finalmente,  buscaban demostrar la relación entre el individuo y la sociedad mediante la representación de las realidades interiores y exteriores de sus personajes (http://encarta.msn.com/encnet/refpages/RefArticle.aspx?refid=761575679&pn=3).

 

Según Manuel Antonio Arango, “García Lorca quería reflejar a través de su arte dramático la realidad de España, y deseaba transmitir al espectador la imagen verdadera de la vida que soportaba el pueblo español,” (118).   A través de la obra, Lorca trata de mostrar una representación verosímil de los conflictos sociales, económicos e ideológicos mediante la lucha entre Adela y Bernarda, quienes se pueden ver como reflejos de diferentes sectores de la estructura social española del momento.  Lorca logra el realismo en su obra porque muestra como estos conflictos funcionan a un nivel personal (Rubio 169).  Para Isaac Rubio, un teatro realista es uno “que describe (críticamente) las relaciones humanas dentro de una estructura social históricamente concreta y dramatiza el mecanismo objetivo de los conflictos individuales” (170).  Según Rubio, los problemas entre Bernarda y sus hijas apuntan a problemas socioeconómicos que van más allá de las manifestaciones individuales y al mismo tiempo determinan las situaciones individuales y los comportamientos de los individuos (170-171).  Similarmente, Barcia concluye su artículo de la siguiente forma, “Lorca ha dramatizado la historia de una pasión, pero lo que ha dejado al descubierto es el carácter devorador de una determinada estructura social” (181).

Sin embargo, La casa de Bernarda Alba no se puede clasificar como una obra Realista.  Aunque el mismo Lorca advierta que quiere presentar un “documento fotográfico,” muestra una realidad distorsionada y exagerada.  Esta exageración  no está al nivel del esperpento de Valle Inclán, pero definitivamente hay una distorsión de la realidad.  La obra es esencialmente poética es una construcción reconcentrada donde todo elemento del trama es necesario y no hay nada superfluo.  Aunque no hay casi poesía como tal, la obra pertenece al teatro poético.

 

II. La protesta social y algunos factores económicos:

Al tratar de hacer una crítica social, Lorca expone un tema recurrente en su obra; El individuo que se encuentra entre un principio de libertad y un principio de autoridad.  Para Lorca, el principio de autoridad no tiene que venir directamente de dios o de un rey, sino que puede representar la autoridad de la sociedad, una idea, una tradición o una persona.   Las hijas de Bernarda se encuentran completamente sometidas al principio de autoridad representado por su madre, Bernarda.  En la obra, Bernarda representa el sector conservador y tradicional de la sociedad española y las ideas que tienen acerca de la honra.  Sus hijas, aunque tienen ansias de libertad, no pueden luchar contra la implacabilidad de Bernarda y la sociedad que ella representa.

Barcia opina que cuando Bernarda habla del pueblo, Lorca se refiere al pueblo español en general.  Para Barcia, la casa de muros gruesos representa a España aislada, aferrada a ideales y modelos que funcionaban en el pasado pero estaban completamente fuera de tono con la realidad del presente (393).  Bernarda parece representar la clase conservadora española que quiere vivir bajo las normas que vivieron sus antepasados y forzar esas mismas normas sobre las vidas de sus descendientes.  Esto es evidente cuando Bernarda habla del luto, “En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle.  Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas.  Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo” (Lorca 42).

Según Manuel Antonio Arango,  la obra representa un conflicto entre dos generaciones.  Por un lado está la generación conservadora española, de carácter medieval, estrechamente atada al concepto tradicional del honor, representada por Bernarda.  Por otro lado, están sus hijas y las criadas, quienes representan una nueva generación que busca definirse mediante términos diferentes que los de sus antepasados.  Bernarda ejemplifica a la clase dominante en España, una clase semi-feudal versada en el uso y abuso del poder, “Bernarda, tiene todas las principales características de la vieja burguesía tradicional española: despotismo, carácter autoritario y dictatorial; ausencia de caridad y de nobleza; tendencia al aristocratismo y al desprecio del pueblo; en síntesis, el clásico concepto tradicional del honor hispánico,” (Arango 111).

Arango distingue en el concepto de la honra desde el Siglo de Oro, un doble plano dentro del cual funciona la idea de la honra.  La honra vertical  se refiere a la relación que existe entre el individuo y el rey- mayor portador de honra- y sólo se podía adquirir por virtud de nacimiento o por méritos o hazañas extraordinarias.  La honra horizontal tiene que ver con las relaciones entre los miembros de una comunidad y se puede definir como la reputación de la persona (112-115).

Bernarda muestra preocupación por la honra suya y de sus hijas en ambos planos.  Al exhibir una actitud clasista, atada a la idea de la honra vertical, hacia el matrimonio de sus hijas y en su trato de las criadas, Bernarda refleja el pensamiento social de su época.  Bernarda prohíbe el matrimonio de Martirio con Enrique Humañas, porque éste no era de su clase social. Cuando habla con La Poncia sobre el matrimonio de sus hijas, Bernarda le dice, “No hay en cien leguas a la redonda quien se pueda acercar a ellas.  Los hombres de aquí no son de su clase.  ¿Es que quieres que se las entregue a cualquier gañán?” (Lorca 49).  Para Bernarda, la mujer de su sociedad no tiene libertad en escoger a su marido.  Su trato de la Poncia y la Criada, junto con sus comentarios acerca de los pobres en el primer acto, también demuestran que Bernarda piensa en términos de una sociedad rígidamente estructurada.  Al mismo tiempo, Bernarda exhibe la idea de la honra horizontal  cuando La Poncia le sugiere mudarse a otro pueblo para encontrar maridos para sus hijas.  Bernarda se niega, pues se preocupa por lo que dirán en el pueblo, (Arango 112-113).

Para Arango, La obra es una de fuerte protesta social.  La injusticia social, el maltrato del pobre y la subyugación de la mujer se puede ver a través de la obra.  Para Arango como para Barcia, la casa de Bernarda funciona como un microcosmos de España.  Los dos sienten que España esta aislada y sigue basada en modelos de siglos atrás, en especial la idea medieval de la honra.  Al presentar el problema de las hijas de Bernarda, Lorca ejemplifica el problema de una gran parte de la población española.    Las criadas y las hijas de Bernarda están en el polo opuesto con relación a Bernarda, “Este conjunto de mujeres, […], representa simbólicamente al pueblo español de mentalidad liberal, en lucha permanente contra la tiranía de la tradición.” (Arango116).    Estas mujeres están luchando por su identidad individual, sin embargo luchan contra la implacabilidad de la sociedad conservadora, representada por Bernarda.  “Este pequeño grupo femenino simboliza al pueblo español oprimido por la tradición, el fanatismo y el dogmatismo de siglos, y que trata a toda costa de reivindicarse sin hallar ningún escalón de avance ante la tradición y la infamia” (118).

Para Arango, en su muerte, Adela se convierte en el símbolo de la rebelión, (119), sin embargo, la victoria final es de Bernarda y los valores burgueses de honor que ejemplifica.  No obstante, en cuanto a Adela,  Christopher Soufas ve su posición de una forma diferente.  Para Soufas, Adela no lucha contra su madre para liberarse y autodefinirse por sus propios medios, sino que Adela está preparada a cambiar la casa opresiva de su madre por una donde Pepe sea el jefe.  Adela no aspira llegar a una forma de definir su propia identidad sino que pasa de definirse en cuanto a las normas de su madre a las de Pepe (Soufas 134-135).

A pesar de que ha muerto su hija, para Bernarda lo más importante siguen siendo las apariencias, cosa que demuestra el carácter hipócrita de las instituciones sociales del momento, “Hers is the traditional Spanish concept that a person’s honor depends not on his intrinsic values but on how he appears to others” (Scott 300).  El final de la obra muestra, a través de las injusticias sufridas por las hijas de Bernarda y sus criadas, las injusticias que sufría el pueblo español en general ante una sociedad basada en estructuras anticuadas como el concepto del honor.  Sin embargo, para Barcia, Bernarda es la que está más aprisionada de todas las mujeres en la obra, “Los barrotes de su cárcel están hechos de razón y de tradición” (395).  Bernarda, como el resto de la clase a la que representa, está condenada a una vida de apariencias y de ignorar lo que en realidad sucede a su alrededor.

No obstante, parece que la única que en realidad tiene conciencia de su clase social es Bernarda. Para Barcia, Bernarda representa, no un personaje, sino una personificación del lenguaje de su clase social, “Bernara es, pues, un personaje teatral desmesurado que expresa la violencia inherente a toda conciencia clasista,” (177).  Bernarda domina el lenguaje dentro de su casa y lo utiliza para crear su propia realidad de armonía familiar.  Como ya se ha dicho, Adela, según Soufas, no puede ver su lucha en términos más allá de su individualidad, o sea, no tiene conciencia social como mujer  liberal.  Adela solo visualiza su lucha contra su madre en términos individuales, sin entender que su conflicto con su madre es sintomático de un conflicto más grande que sucede dentro de su clase social.  Por esto, Adela toma un camino irracional que terminará destruyéndola,

Adela tendrá una muerte romántica después de implicar que Pepe, un Romeo de pandereta, ha muerto, como ella, por amor.  Por esto, la tragedia de Adela no está en su final, sino en el proceso que la ha llevado a él; es la tragedia de la conciencia enajenada, la que surge del no vivir objetivamente, única manera de vivir realmente (Barcia, 180).

 

Por otro lado, Barcia apunta a este mismo fenómeno en La Poncia,

La Poncia, en su papel de observadora de los problemas de la clase superior, se proyecta sobre la situación de Adela desde una perspectiva subjetiva, como mujer que sabe de las urgencias del sexo y de la necesidad de satisfacerlas, pero en ningún momento incorpora este conocimiento visceral a una noción más amplia, social, de la realidad (175).

 

Por medio de los personajes de Adela y La Poncia, Lorca no solo hace una crítica social a los grupos tradicionales, opresivos y conservadores, sino que también hace una fuerte crítica a la clase liberal.  Parece que para Lorca, aquellos que profesan ser liberales y querer librarse de la opresión de la tradición no tienen conciencia social y no entienden claramente por qué luchan.  Parece que Lorca está tratando de mandar un mensaje sutil a muchos de los españoles que quieren cambiar su sociedad y este mensaje es uno de concientización y unión como clase nueva y diferente.

Para Barcia, la sociedad en la que viven Bernarda y sus hijas es una estructurada y dominada por el dinero.  La sociedad en que se desenvuelve Bernarda refleja la sociedad semi-feudal española del momento, donde la riqueza se genera más que todo en la posesión de la tierra.  Según Barcia, todas las acciones de los personajes están provocadas y condicionadas por el hecho de poseer o no riqueza.  La posesión de la riqueza divide las clases sociales y determina la moralidad, “La riqueza crea un orden social necesariamente coercitivo e instaura la violencia para su mantenimiento” (173).

Tanto para Barcia como para Arango, la mujer es considerada por medio de su valor económico, (Barcia 173).  El matrimonio por interés es solo una de las múltiples manifestaciones de una sociedad dominada por el hombre donde el único valor de la mujer es monetario. Según Arango, la escena de la prostituta refleja la idea de la mujer como un objeto de consumo (116).  También, el hecho de que Bernarda acceda al matrimonio de Angustias con Pepe el Romano demuestra que Bernarda entiende el valor económico de la mujer. Bernarda acepta lo que sabe que es un matrimonio por conveniencia, obligando a sus hijas a aceptarlo, pues sabe que Pepe no puede estar interesado en Angustias a no ser por su dinero.  Martirio expresa la opinión del momento acerca de los matrimonios de la clase acomodada, “¡Que les importa a ellos la fealdad! A ellos les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que les dé de comer” (Lorca 54).  Bernarda sabe que entre Pepe y Angustias no hay amor, pero permite el matrimonio porque Pepe pertenece a su misma clase social.   Al aceptar esto, Bernarda acepta la posición de la mujer como “perra sumisa.”

La diferencia en el trato de la mujer tiene que ver con su clase social y su caudal. Si una mujer pertenece a la clase alta, representada por Bernarda, debe reprimir sus instintos para ser respetada y mantener la honra intacta.  Para Bernarda los pobres son como los animales y las mujeres como Paca la Roseta y la Librada deben ser castigadas.  La lucha entre Bernarda y sus hijas muestra las contradicciones inherentes de una sociedad determinada y estructurada alrededor del factor económico (Barcia 173).   Esto también se puede ver en el segundo acto cuando las hijas de Bernarda y La Poncia hablan de hombres.  Mientras las muchachas hablan con falso pudor y con toda clase de rodeos, La Poncia habla libremente de su primer encuentro sexual,

Era muy oscuro.  Lo vi acercarse y, al llegar me dijo, “Buenas noches.”

“Buenas noches,” le dije yo, y nos quedamos callados más de media

hora.  Me corría el sudor por todo el cuerpo.  Entonces Evaristo se

acercó, se acercó que se quería meter por los hierros,  y dijo con

voz muy baja, “¡Ven, que te tiene!” (Lorca 72).

 

Según Barcia, La Poncia no tiene necesidad del falso pudor o los tabúes sexuales porque no es poseedora de riqueza.  Por otro lado, Adela, por ser perteneciente a otra clase social, debe reprimir su sexualidad (175).

La separación ideológica entre as clases sociales se puede ver claramente en la diferencia de perspectivas de Bernarda y sus criadas.  Las mujeres de las dos clases sociales interpretan los hechos de acuerdo con su posición en la estructura socioeconómica de la que todas forman parte.  Esto produce un doble punto de vista a través de la obra que ejemplifica y al mismo tiempo le quita importancia a los problemas de la clase dominante, desmintiendo la idea que tiene la clase dominante de ser el centro del mundo.  Sin embrago, también demuestra como la clase dominada está completamente subyugada a la dominante por el hecho de que depende materialmente de sus amos (Barcia 173-174).  Esto se puede ver en que las criadas se burlan de Bernarda, le roban, hablan de las infidelidades de su marido muerto, desmitificando a Bernarda como figura de autoridad.  Sin embargo, al mismo tiempo se puede ver que Bernarda cuenta con poder absoluto sobre sus criadas en la forma en que ellas reproducen la misma estructura de poder que las oprime, como se puede ver en el caso de la mendiga.

 

III. La visión/ la fotografía

Christopher Soufas nota muchas afinidades de la obra con la fotografía.  Para empezar, las imágenes de la obra son en general en blanco y negro. Nina M. Scott también hace hincapié en el uso del blanco y negro en la obra (298).  Según Soufas, “Bernarda’s imaginative and physical reordering of the house demonstrates striking- if not immediately apparent- affinities with the principal features of the camera.” (129)  Bernarda quiere aislar su casa de la vista ajena, les dice a sus hijas que actúen como si las puertas y ventanas estuvieran amuralladas. El único contacto permisible con el mundo exterior son las visitas nocturnas de Angustias y Pepe a través del marco de la ventana, sus “shutters,” como en una cámara (Soufas, 129).

Según Soufas, Lorca pretende ofrecer un negativo, una representación indexica de las dos fuerzas primarias que se entrometen en la vida de la casa de Bernarda; es decir, Pepe el Romano y los espectadores mismos.  De acuerdo con la explicación de Soufas, hay una gran diferencia entre la fotografía y la pintura.  Mientras la pintura produce una representación icónica, la fotografía produce una representación de índice,  como una huella dactilar.  La pintura copia o reproduce un objeto, mientras la fotografía establece una relación de punto a punto con el objeto, trasladando no sólo la imagen, pero las fuerzas escondidas que están laborando sobre los objetos.  Un retrato sería una representación icónica, que trata de reproducir lo visible.  Por otro lado, los síntomas de una enfermedad, huellas en el lodo, son representaciones indéxicas porque aluden a la presencia de fuerzas invisibles.  Por medio de la idea de la fotografía, Lorca le advierte al público que estas fuerzas invisibles, la sexualidad reprimida de sus hijas, existen e invaden la casa de Bernarda (Soufas130-131),  representadas indexicamente a través de las patadas del caballo, el calor que se siente en la casa, las riñas entre hermanas, etc.

Sin embargo, al cerrar su espacio completamente, Bernarda acelera su propia destrucción.  Como una fotografía donde no hay censura visual de ninguna clase, el espectador capta imágenes reales, fotográficas, de los sucesos dentro de la casa de Bernarda (Soufas 132).  Todas las intromisiones dentro de la casa y contra la autoridad de Bernarda se pueden ver como representaciones de índices.  La historia de la prostituta, la mujer que matan, la fotografía robada de Pepe; todo sugiere a la inhabilidad de Bernarda de controlar el espacio interior de la casa.  La cortina final, según Soufas hace alusión a la acción de la camara, shutter movement. (138).

 

IV. El público

 

Para Soufas, los espectadores son el testigo más autoritativo y esto hace que los espectadores vean lo que sucede como una fotografía que documenta la crisis, (129).  Para Soufas, la disposición del escenario, con sus cautro paredes, hace que el espectador se sienta físicamente atrapado dentro de la casa de Bernarda.  Para Scott, la visión del espectador es tan limitada como la de las hijas de Bernarda (298).  El espectador, como las hijas, solo recibe noticias de las ocurrencias del pueblo filtradas por medio del espacio cerrado de la casa (Scott 298).

Sin embargo, continúa Soufas, el espectador no comparte la perspectiva de las hijas sino la perspectiva de las criadas, las cuales saben exactamente que está pasando dentro de la casa.  Al mismo tiempo se presenta la perspectiva de Bernarda, quien se niega a aceptar la verdad de lo que sucede en su casa (129-131).    Aunque Bernarda ignore las advertencias de La Poncia, y las aparentes locuras de Maria Josefa, éstas sirven para esclarecer la verdad para el espectador, quien posee una noción más válida de la verdad y la irrealidad de las aspiraciones de Bernarda.  Aunque esté loca, Maria Josefa sabe la verdad de lo que sucede entre las hijas de Bernarda cuando dice “Pepe el Romano es un gigante.  Todas lo queréis.  Pero él os va a devorar, porque vosotras sois granos de trigo.  No granos de trigo, no. ¡Ranas sin lengua!” (Lorca 131).  Aunque Bernarda se niegue a ver la realidad, el público no puede evitar aceptar las realidades que se presentan aunque Bernarda las evite y persiga a aquellos que la defiendan.  Por eso aunque la primera y última palabra de Bernarda en la obra es “Silencio”  el espectador ha penetrado dentro de la casa y ha descubierto lo que está debajo de ese silencio.

A diferencia de Bernarda, el espectador sabe que no es ella, sino Pepe el Romano el verdadero protagonista de la obra.  Es Pepe quien introduce la nota de discordia dentro de la casa de Bernarda y no termina llevándose el dinero de Angustias, sino la autoridad de Bernarda, algo mucho más valioso y necesario para mantener el status quo (Soufas 133).  Al final de la obra, cuando es aparente que no hay nada que Bernarda pueda hacer para impedir que las realidades de su casa se conozcan en el pueblo, el autor pierde su posición de autoridad y deja de ser el mejor informado, pues ya todos en el pueblo saben lo que sabe el público (136).

 

CONCLUSION

Al estudiar La casa de Bernarda Alba se debe tener en cuanta que aunque muchos críticos, incluyendo a Lorca mismo, afirmen que la obra pertenece a la corriente del Realismo, la obra es inherentemente poética.  Aunque Lorca trate de demostrar la realidad de la vida en los pueblos españoles del momento, la realidad que presenta es una realidad distorsionada y exagerada.  En su teatro, Lorca no busca representar los valores burgueses como lo hace Benavente, sino que se acerca más al teatro desnudo de Unamuno.  El teatro de Lorca es un teatro reconcentrado donde todos los elementos utilizados funcionan para comunicar el mismo fin y la misma idea.  Los personajes de Lorca son vistos desde adentro, y adquieren vida humana a través de sus sentimientos y pensamientos.  Las figuras creadas por Lorca son reales, con sentimientos contradictorios, definidos por factores interiores y no exteriores.  A pesar de que es un obra poética, la obra refleja los problemas socio-económicos de España en el momento y se puede ver una fuerte protesta social.  Sin embargo, se debe notar que al criticar a la clase conservadora, Lorca también hace una crítica a la clase liberal por su falta de conciencia y unión.  Finalmente, las alusiones a las funciones de la cámara y la relación con el público hacen de la obra innovadora que  representa un paso adelante en el teatro español.

 

BIBLIOGRAFÍA

Arango, Manuel Antonio.  “Símbolos sociales en “La casa de Bernarda Alba”, de Federico García Lorca.” Cuadernos Americanos.  Vol 5, # 256.  Spt/oct 1984: 111-121.

Barcia, Rubia J.  “El Realismo ‘mágico’ de ‘La casa de Bernarda Alba.’”  Revista hispánica moderna.  Vol 31, 1965: 385-398.

 

García Lorca, Federico.  La casa de Bernarda Alba.  España: Plaza y Janés, 1997.

Machado Bonet, Ofelia.  Federico García Lorca: su producción dramática.  Uruguay: Montevideo, 1951.

 

Newton, Candela Ed.  Understanding Federico García Lorca.  South Carolina: University of South Carolina Press, 1995.

 

Rubio, Isaac.  “Notas sobre el realismo de La casa de Bernarda Alba, de García Lorca.”

Revista canadiense de estudios hispánicos.  Vol. 4, 1980: 162-182.

 

Scott, Nina M.  “Sight and insight in La casa de Bernarda Alba.”  Revista de estudios hispánicos.  Vol. 10, 1976: 297-308.

 

Soufas, C. Christopher.  Audience & Authority in the Modernist Theater of Federico García Lorca. Alabama: University of Alabama Press, 1996.

 

“Spanish literature.” MSN Encarta.             (http://encarta.msn.com/encnet/refpages/RefArticle.aspx?refid=761575679&pn=).

 

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