La mujer: objeto y estereotipo en la poesía de Lope de Vega ¿Machismo o feminismo inconsciente?
Laura Sesana
La mujer: objeto y estereotipo en la poesía de Lope de Vega ¿Machismo o feminismo inconsciente?
I. Introducción
Lope de Vega dedicó gran parte de su obra poética al tema de las mujeres. Tanto la actitud de la sociedad como sus propias experiencias con las mujeres causa que Lope las vea y escriba como objetos y refleje los estereotipos convencionales sobre la mujer en su poesía. Adoptando el estilo de Petrarca, Lope idealiza a la mujer amada, pero así también la deshumaniza y la objetiviza. En su libro, “Mujer que sabe latín,” Rosario Castellanos habla de esta mitificación de la mujer a través de los tiempos. Según Castellanos,
El hombre convierte a lo femenino en un receptáculo de estados
de ánimo contradictorios y lo coloca en un más allá en el que se nos
muestra una figura, si bien variable en sus formas, monótona en su
significado. Y el proceso mitificador,…, impide la contemplación libre
y directa del objeto, el conocimiento claro del ser al que ha sustituido y
usurpado.
El creador y el espectador ya no ven en la mujer a alguien de
carne y hueso, con ciertas características biológicas, físicas y psicológicas;
menos aún perciben en ella las cualidades de una persona que se les semeja
en dignidad aunque se diferencia en conducta, sino que advierten
solo la encarnación de algún principio, generalmente maléfico,
fundamentalmente antagónico, (Castellanos, p.9)
Según Castellanos, el hombre objetiviza a la mujer y la vuelve un mito positivo o negativo para dejar de verla como un semejante. Así las mujeres son divididas en dos categorías; las mujeres puras, las esposas, las madres, los ángeles y las prostitutas, las solteronas, las humilladas, las crueles y los monstruos.
Sin embargo, la objetivización de la mujer puede ser solamente un malentendido del lector, que toma un soneto o poema y no la obra de Lope completa y en contexto con las mujeres para las cuales escribió el poeta, en especial Elena Osorio (Filis), micaela de Luján (Camila Lucinda) y Marta de Nevares (Amarilis). Mirado de esta otra manera, la misma aparente objetivización de la mujer le da profundidad y complejidad por medio del conceptismo, mostrándola del todo humana y nada como un objeto.
Es interesante notar que el entendimiento que tiene y la profundidad que le da a la mujer progresa y se hace más complejo a medida que Lope envejece. En los poemas escritos para Elena Osorio se puede ver la dualidad y demuestra las contradicciones encontradas en la sociedad con respecto a la mujer. Filis es más que todo bella, cruel y considerada como una posesión en la obra temprana de Lope. Unos años más tarde aparece la figura de Camila Lucinda, Micaela de Luján, en las poesías de Lope. La belleza de Micaela, aunque exaltada por el poeta, ya no es un tema central en la poesía relevante a esta mujer. Aunque perduran los temas de los estereotipos de la mujer, también hay momentos en que Lope parece aludir a un entendimiento más profundo de las mujeres como semejantes. Finalmente, en la poesía escrita para y sobre Marta de Nevares, Amarilis muestra una mujer completamente humana y si no igual, complementaria del hombre.
En este trabajo exploraré la causa de esta actitud en Lope examinando primero la visión general de la mujer en España en la época de Lope y luego las relaciones personales de Lope. Después mostraré ejemplos de la mujer como objeto y estereotipo en la obra poética de Lope, y ofreceré conclusiones. Finalmente examinaré la pregunta, ¿es o no Lope un machista? Y los argumentos a favor y en contra de esta afirmación.
II. La mujer en España del siglo XVI-XVII
La situación de la mujer en el Renacimiento y el Barroco en España era muy diferente a la de la mujer española de hoy. Primero que todo es importante notar, como lo hace Isabel Pérez Molina, “que las mujeres son tratadas como un grupo social específico, como una categoría social. La disimetría genérica, …, las trata como un grupo diferenciado de los hombres, subordinado a éstos y, por este motivo, sin plenas capacidades jurídicas,” (Pérez, p. 23). Como seres subordinados, la sociedad les imponía ciertos modelos que debían emular y aquellas que no cabían dentro de los moldes eran alienadas y castigadas.
Para las mujeres de la época, las opciones eran limitadas: el matrimonio o el claustro, (Barbeito, p. 14). Maria Helena Sánchez Ortega afirma que la monogamia bajo el matrimonio era la única relación que permitía la iglesia en los siglos XVI y XVII, (Ortega, p. 23-24). Sin embargo, continúa Ortega, el peso de esta regla no caía igualmente sobre hombres y mujeres,
Los hombres,…, se toman con mayor ligereza sus obligaciones religiosas.
Desde Carlos I a Carlos II apenas hubo un rey que se priva del trato con una
o varias amantes, y el resto de la nobleza no era, desde luego, una excepción.
El adulterio femenino, por el contrario, estaba duramente castigado, y no
era extraño que los maridos ofendidos se tomaran la justicia por su mano,
(Ortega, p. 24).
Mientras los hombres podían tener relaciones fuera del matrimonio de una forma relativamente impune, las mujeres no contaban con el mismo nivel del libertad sexual.
Por otro lado, Pérez interpreta el matrimonio como la forma masculina de tener a la mujer bajo control bajo la mentira de “la honestidad,” (Pérez, p. 27). La mujer que se dejaba dominar por el matrimonio y su marido era la “honesta” y la pura, la que se rebelaba era “deshonesta.” Las mujeres debían obtener el consentimiento de su padre para casarse y las hijas que se casaban sin el consentimiento podían ser desheredadas. La mujer ya casada debía ser completamente subordinada a su marido, al cual la iglesia veía como la cabeza del hogar. Durante el matrimonio, la dote que traía consigo al casarse era la única propiedad que poseían las mujeres, (Pérez, p. 38). La dote era lo que permitía que una chica pudiese aspirar al matrimonio y Pérez lo ve como la forma de la sociedad de ese tiempo de ponerle precio a la mujer (Pérez, p. 40), y así objetivizarla.
La sociedad española trataba a la mujer como una categoría social separada, al igual que la iglesia y el cuerpo de leyes. Así las mujeres que concordaban con las leyes, estereotipos y modelos de la sociedad eran denominadas como ángeles puros, aquellas que iban contra las expectativas de la sociedad eran condenadas y vistas como monstruos. Con esto , según Rosario Castellanos, “el hombre no aspira, al través de la belleza, a convertir una estatua en un ser vivo, sino un ser vivo en una estatua” (Castellanos, p.13).
III. Las mujeres en la vida de Lope
Lope tuvo bastantes relaciones no solo escandalosas para su época, sino que inclusive para la nuestra. El poeta tuvo muchas relaciones con mujeres casadas y cuando estuvo casado tuvo relaciones fuera de su matrimonio. Sin embargo, se puede decir con certeza que Lope amó a todas estas mujeres con sinceridad, lo cual puede verse en su obra.
Muchos críticos están de acuerdo en que Elena Osorio fue una de la pasiones más grandes de la vida de Lope, y su historia de amor está retratada en La Dorotea. Los padres de Elena Osorio, Jerónimo Velásquez e Inés Osorio, empezaron una compañía de cómicos en la que actuaba casi toda la familia, incluyendo a Elena. Elena estaba casada con otro cómico, Cristóbal Calderón, desde 1576, pero este hombre nunca estaba en Madrid, y estaba siempre ausente en expediciones a tierras remotas. Lope conoce a Elena en 1583, cuando él tenía 20 años y ella ya llevaba 7 años casada con Calderón.
La relación duró 5 años, y como toda relación apasionada, tuvo muchos altibajos y Elena, Filis, adquirió muchas personificaciones y facetas en la obra de Lope. En un momento, Lope está locamente enamorado y en el siguiente está desesperado por la imposibilidad de su amor con Elena, (Entrambasaguas, p. 66). La principal opositora de la relación entre Lope y Elena era Inés Osorio, la madre; ya que el padre permitía la relación ignorándola. Aquí es interesante ver reflejada la actitud del hombre hacia la mujer, pues el padre de Elena en esencia está prostituyendo a su hija a cambio de obras de Lope. Inés Osorio estaba tan opuesta a la relación, que llegó a arrancarle el pelo e Elena en una discusión sobre el asunto. Ella hace una trenza con los pelos que le arranca la madre y se la regala a Lope. El episodio está retratado en La Dorotea.
La madre por fin logra convencer a su hija y Elena termina las relaciones con Lope, pero no lo hace porque Elena mejore su situación de mujer de vida alegre, sino para que empiece una relación con un hombre muy rico y poderoso, sobrino de un cardenal, Francisco Perrenot Granvela. Cuando ve que los amores de Elena ya han terminado, la empieza a odiar a ella, a Francisco y a sus respectivas familias y empieza a escribir versos escandalosos donde saca a relucir muchos secretos embarazosos. Un proceso es abierto contra Lope por libelo y es encarcelado y luego es desterrado de Madrid por cuatro años.
No se sabe en que momento empezaron los amores de Lope con Isabel de Urbina (Belisa), pero Entrambasaguas parece pensar que el amor con Urbina nace de la muerte del amor con Elena Osorio (p. 105- 106). Isabel de Urbina es una joven de clase noble que se enamora de Lope inmediatamente dada su fama y su experiencia seductora con las mujeres. Lope la rapta en 1588, pero se tiene que casar con ella por poderes porque está cumpliendo con su destierro. A las pocas semanas Lope decide unirse a la armada Invencible de Felipe II, lo cual despierta muchos poemas de despedida hacia Isabel.
Lope regresa a los pocos meses y tiene que vivir fuera de Madrid. Isabel se traslada con él a diferentes ciudades españolas, pero pronto enferma. Isabel de Urbina muere después de dar a luz a su segunda hija con Lope a principios de 1595. Pronto se levanta el destierro de Madrid y Lope regresa a la ciudad. Sus dos hijas con Isabel de Urbina mueren a temprana edad. La menor, Teodora, muere un año después del regreso de Lope a Madrid en 1595.
Aunque Lope parece estar increíblemente atormentado y deprimido por la muerte de Isabel de Urbina, parece olvidarla fácilmente y enamorarse de nuevo. Su siguiente pareja fue una viuda con dinero, Antonia Trillo de Armenta. Parece que Lope la conoció al poco tiempo de llegar a Madrid en 1595 porque al año siguiente se abrió “proceso de amancebamiento” contra ellos, (Entrambasaguas, p. 127).
Tres años más tarde, Lope se casa con Juana de Gaurdo en Madrid en 1598. El padre de Juana de Guardo era un abastecedor de carne y pescado, su madre había muerto. Se dice que Lope se casó por el dinero de Juana, pero no pudo mejorar su situación económica, puesto que el padre de Juana no quiso darles nada de su dinero. Aunque el matrimonio con Juana no fue por amor, de éste nació Lope Félix, su hijo predilecto. Es con Juana que Lope ejemplifica el pensamiento prevalerte de la época acerca de las mujeres, “La esposa tenía la obligación de residir en el domicilio conyugal con los hijos e hijas y seguir al marido donde él quisiera establecer su residencia,” (Pérez, p. 35). Mientras Juana se queda en casa con los hijos de Lope, Lope tiene una relación muy larga con Micaela de Luján. En un momento de su vida, Lope hasta traslada a Juana de Madrid a Toledo y la instala en una casa cercana a la de Micaela. Juana muere en 1613, dejando a Lope viudo por segunda vez.
Los críticos están de acuerdo en que los amores de Lope con Micaela de Luján fueron de los más famosos y duraderos de la vida de Lope, (Entrambasaguas, p. 139). Lope conoce a Micaela, una cómica elogiada como una de las mejores de su tiempo, en el mismo año que se casa con Juana de Guardo. Micaela de Luján estaba casada con Diego Diáz, quien en 1596 decidió trasladarse a Perú. Díaz muere en Perú en 1603. Es interesante notar la similitud entre Díaz y Cristóbal Calderón, el marido de Elena Osorio.
Parece que Lope y Micaela se conocieron en 1596 y mantuvieron una relación a escondidas de Juana de Guardo después de su matrimonio en 1598. Ya para 1598, Micaela aparece en los poemas de Lope como Camila Lucinda. Lope y Micaela viajaron juntos a Valencia y a Toledo, mientas Juana de Guardo se quedaba en Madrid sin sospechar nada. Para 1604, Lope ya tenía hijos con Micaela y decidió trasladar a su familia con Juana de Guardo a Toledo para poder estar más cerca de Micaela. Se sabe que Micaela regresa con su hijos a Madrid en 1606, pero después de eso no se sabe nada de ella. Entrambasaguas teoriza que Micaela muere alrededor de este tiempo. Lope ingresa a la Congregación del Oratorio en 1610, a raíz de una crisis religiosa. Luego se ordena de sacerdote en 1614. Sin embargo, su religiosidad no dura mucho tiempo. Cuando Lope conoció a Marta de Nevares, una escritora, en 1616, ella tenía 26 años y Lope 53. Sus padres la habían casado contra su voluntad a los 13 años con un hombre de Valladolid. Lope se enamora locamente de Marta de Nevares y le dedica la égloga Amarilis. Lope logra que Marta, Amarilis pida un divorcio de su esposo y cuando éste muere en 1620, Marta y su hija con Lope se trasladaron a vivir en la casa de Lope con todos sus hijos de previos matrimonios. En 1622, Marta enceguece sin causa o cura aparente, y años después enloquece y finalmente muere en 1632 .
El caso de Marta es muy interesante puesto que en su relación con ella, mas que con cualquier otra mujer que, se puede argüir que Lope no era para nada un machista y si acaso era un poco feminista. Lope siempre apoyó a Marta, una escritora, en su tranbajo, y cuando encegueció enfermó, Lope la cuidó con devoción y atención.
IV. La mujer como objeto
Como ya había dicho, se puede decir que Lope amó a todas las mujeres mencionadas con sinceridad. Su actitud y acciones puedan parecer machistas y objetivizantes a primera vista, sus amores tan rápidos después de la muerte de Isabel de Urbina, la humillación e infidelidad contra Juana de Guardo, etc. Sin embargo su actitud hacia ciertas mujeres parece decir algo positivo acerca de su opinión de la mujer en general. Es cierto que Lope irrespeta la institución del matrimonio en varias ocasiones, también es cierto que lo hizo por amor y no por aprovecharse de estas mujeres “caídas.” Al enamorarse de estas mujeres, que al romper con las reglas del matrimonio son mujeres perdidas en los ojos de la sociedad, Lope hace a un lado los juicios de la sociedad y parece darle valor a la mujer como persona y no como objeto. En el soneto 191, publicado en 1605, muestra los dos extremos de los estereotipos que rodeaban a la mujer del momento,
Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.
Cielo a los ojos cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo,
por falso al hombre su rigor condeno.
Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata;
es un ángel, y a veces una arpía.
Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer, al fin, como sangría,
que a veces da salud y a veces mata.
(Blecua, p. 147)
Aquí Lope muestra casi todos los estereotipos que les adscribe a la mujeres en su poesía, y se verán repetidos a través de su obra. Sin embargo, también parece tratar de humanizar a la mujer en ciertos momentos, por ejemplo al evocar a la figura de la madre en el primer terceto. Sin embargo, aquí se puede ver que el poeta aún ve a la mujer como algo misterioso e inhumano.
Lope también compara a muchas de las mujeres en su vida con las flores y las plantas en muchos de sus poemas. En “Hortelano era Belardo,” existe el mayor y más visible ejemplo de esto. Aquí Lope esta aplicando un conceptismo orgánico al comparar a las mujeres de su vida con las plantas y al sacar conclusiones acerca de “la personalidad” de las plantas. La mujer aquí es una planta, que Lope, el hortelano (pastor), posee y organiza en su jardín de a cuerdo con sus deseos. La planta depende del hortelano para crecer y florecer, como la mujer depende primero de su padre y luego de su marido. La mujer se vuelve otra vez un objeto de propiedad, reflejando las ideas del momento. En este poema, Lope ve a las mujeres completamente como objetos,
¡Oh ricos despojos
De mi edad primera
Y trofeos vivos
Y esperanzas muertas!
(Blecua, p. 87).
Aquí las mujeres no son más que trofeos, objetos que el hombre gana por su astucia y habilidad.
Sin embargo, por medio de la objetivización de la mujer a través de la metáfora de la planta, Lope les adscribe innumerables características que le da muchas dimensiones a la mujer y permiten verla como algo más que un objeto. Sin embargo, en este poema las caracterizaciones que presenta Lope son casi todas negativas; las mujeres aquí son mentirosas, melindrosas, viejas, briosas, frías y feas. Positivo o no, esta adjetivización ayuda darle características humanas a la mujer y permiten verla más como una persona compleja y no la representación de un estereotipo. Ninguna mujer en este poema es un ángel y ninguna es un monstruo, sino que todas se encuentran en el medio de estos dos extremos.
Una de las características de la mujer que Lope más elogia, especialmente en su poesía temprana se refiere a la belleza de la mujer. Sin embargo, Castellanos piensa que el elogio de la belleza de la mujer es simplemente otra forma de objetivizarla y subyugarla,
No olvidemos, entonces, que la belleza es un ideal que compone
e impone el hombre y que, por extraña coincidencia, corresponde a
una serie de requisitos que, al satisfacerse, convierten a la mujer que los
encarna en una inválida, si es que no queremos exagerar declarando, de
un modo más aproximado a la verdad, que en una cosa, (Castellanos, p.11).
Hay muchísimos poemas que elogian la belleza de Elena Osorio, Isabel de Urbina, Micaela de Luján y Marta de Nevares entre otras dentro de la poesía de Lope.
La belleza de Elena Osorio fue algo que Lope siempre elogió. Muchas veces, como en el romance “Hortelano era Belardo,” Lope compara a Elena con Helena de Troya, una mujer que por su belleza empezó una guerra, “aquella morena/ que reinaba en Troya,” (Blecua, p. 88). Aquí Lope objetiviza a la mujer a partir de su apariencia física. En ciertos poemas, Lope parece decir que la única justificación que tiene para amar a Elena es su belleza. En estos momentos Lope parece amar a Elena como se ama a una flor por su belleza, como se ama a un objeto.
Elena Osorio también es el manso y Lope el pastor, en los sonetos “suelta mi manso, mayoral extraño,” “Vireno, aquel mi manso regalado” y “Querido manso mío.” Aquí utiliza las palabras como “manso,” “ganado,” “dueño,” para volver a la mujer en un objeto de propiedad. La mujer es la vaca y los hombres son los pastores que luchan por volverse sus propietarios. La figura del pastor con relación a la mujer es una figura recurrente en la obra de Lope. En este sentido la mujer es reducida a su valor económico, como los es el manso para un pastor. Quizá esto refleja la actitud de la sociedad del momento en ponerle un precio a la mujer como se hacía por medio de la dote.
En otros momentos, Lope alude a la volubilidad de Elena, comparándola a una veleta que se mueve con el viento,
Sois tan flacas las mujeres
que a cualquier viento que os llega
libremente os volvéis
como al aire la veleta,
(Blecua, p. 63).
En este romance, las únicas características que Lope le atribuye a Filis son características de objetos: una veleta y una visión de belleza. La veleta es un objeto que se mueve por fuerzas externas exclusivamente (el viento). Quizá Lope aquí quiere decir que las mujeres carecen de pensamiento e iniciativa propia y deben ser moldeadas y dirigidas por los hombres. Esto es un buen ejemplo del conceptismo en que Lope busca significados profundos a las cosas y se interesa en la esencia de la veleta.
Lope también caracteriza a Elena como un espejo en el romance #4,
Miréte con buenos ojos,
Pensando que me mirabas
Como te miraba yo,
Por tu bien y mi desgracia;
(Blecua, p. 67)
Aquí la mujer es caracterizada con el objeto del espejo. Pero, según Lope, la mujer no es un espejo fidedigno. Lope espera que Elena le devuelva el amor que él le ha dado a ella, con la misma intensidad, como un espejo. Sin embargo, Lope no parece poder aceptar que Elena no lo quiera a él como él la quiere a ella. Lope espera que Elena se comporte como un espejo, un objeto que siempre exhibe las características que se le adscriben. Sin embargo, por medio de esto Lope empieza a descubrir que Elena, junto con las mujeres en general, no es un estereotipo ni un objeto que siempre va a ser igual.
Aunque en momentos Lope adora a Elena y la compara con un ángel, en otros la compara con un monstruo,
Procura, aunque eres mujer,
ser de todas diferente;
no te parezcas a Venus,
aunque en beldad le pareces,
en olvidar a su amante
y no respetarlle ausente.
(Blecua, p. 72)
Aquí Blecua anota que Lope alude a el nacimiento de Cupido a raíz de la infidelidad de Venus hacia Vulcano. En este romance la mujer es traicionera y es estereotipada como traicionera cuando le pide a Elena que procure ser diferente a todas las mujeres. Lope aquí parece reforzar el estereotipo de que las mujeres son infieles. Sin embargo, al pedirle que no sea infiel, Lope le abre otra posibilidad a la mujer y le permite (es más, le pide) salirse de los moldes entre los cuales la sociedad la ha atrapado.
Lope también describe a Micaela de Luján por medio de la objetivización y los estereotipos. Del lado negativo, en El peregrino y su patria, Micaela es “monstruo amoroso,/ salamandra de nieve y no de fuego,” (Blecua, p. 106). Más adelante habla de su infidelidad, y surge de nuevo el objeto de la planta,
Que con dolor de que le dejo en calma,
Y el fruto de mi amor goza otro dueño,
Parece que he sembrado ingrata palma,
(Blecua, p. 108).
Aquí la mujer es otra vez un objeto que pertenece al hombre, el pastor, el hortelano. Aquí es Lope, el hombre, el que ha sembrado la palma, la mujer, y es otro hombre el que goza del fruto de la palma. Cerca del final del poema, el conceptismo orgánico continúa cuando Lope compara las facciones de Lucinda con diversas flores y plantas,
En el jazmín tus cándidos despojos,
En la rosa encarnada tus mejillas
Tu bella boca en los claveles rojos;
(Blecua, p. 113).
Sin embargo, aquí no es la ingratitud de la planta, sino su belleza lo que quiere destacar Lope.
Aquí la mujer es vista como la propiedad de un hombre, denotado por la palabra “dueño,” y nunca goza de autonomía sino que pasa de las manos de un hombre a otro, similar a la visión de Elena como su manso. La palabra “dueño” aparece a través del poema. La palabra pastor, otra connotación de pertenencia y paternalismo se encuentra en el mismo poema, verso 97, “ni pastor extranjero ni vecino,” (Blecua, p. 110) y verso 136, “los pastores también desampararon” (Blecua, p. 111) el verso 119, etc. Lucinda, por otro lado, es la ninfa de poema. En la mitología griega, las ninfas eran sere idealizados, bellos y crueles al mismo tiempo.
A pesar de toda esta objetivisación y uso de estereotipos, Lope también le dedica muchos sonetos a Micaela de Luján que la muestran como un ser complejo, inteligente y digno de respeto y amor, como el soneto 60:
Quien dice que en mujeres no hay firmeza,
No os puede haber, señora, conocido;
Y menos el que dice que han hacido
De un parto la crueldad y la belleza.
Un alma noble, una real pureza
De un cuerpo de cristal hicieron nido;
el mismo ser está con vos corrido,
y admirada de sí naturaleza.
Firme sois, y mujer, si son contrarios;
hoy vuestro pecho con victoria quede,
de que es sujeto que los ha deshecho.
Bronce, jaspe, metal, mármoles parios,
consume el tiempo; vuestro amor no puede:
que es alma de diamante en vuestro pecho.
(Blecua, p. 126.)
Aquí es claro que Lope rechaza los estereotipos de crueldad y belleza, ángel y monstruo, y le da mucha más profundidad a la mujer. Aunque utilice el conceptismo para enfatizar la firmeza en la mujer comparándola a la firmeza del bronce, el mármol y el diamante, la mujer adquiere un alma más firme que estos elementos. Así Lope humaniza a la mujer a través de la comparación con los objetos en vez de deshumanizarla.
Finalmente, en Amarilis, Lope describe a Marta de Nevares como un ser perfectamente humano, y la saca de todos los estereotipos. Aquí Lope elogia no solo la belleza de Amarilis, sino la fuerza de su carácter, su inteligencia y su personalidad,
Si cátedra de amar Amor fundara,
como aquel africano español ciencias,
la de prima bellísima llevara
a todas las humanas competencias;
no tuvieran contigo, fénix rara,
las letras y las armas diferencias,
ni estuvieran por Venus tan hermosa
quejosa Juno y Pallas envidiosa.
(Blecua, p. 283.)
Aquí Amarilis no solo representa una virtud, como las diosas, sino que las representa todas. Con esto Lope le da complejidad a la mujer y la humaniza a un punto que es claro que Lope piensa que merecen respeto e igualdad.
En otra parte del poema habla del matrimonio de Marta y parece justificar su divorcio y apoyar la idea de que las mujeres tengan más libertad con respecto al matrimonio. También habla con gran ternura sobre la ceguera de Marta,
Así estaba el Amor, y así la miro
ciega y hermosa, y con morir por ella.
con lástima de verla me retiro,
por no mirar sin luz el alma tan bella.
(Blecua, p. 297).
En el poema, no es solo Amarilis la que se queda ciega, sino el Amor, Cupido, e inclusive Lope. Sin embargo, aquí se ve que Lope valora el alma de Marta sobre todas las cosas y objetos que ella pueda parecer o representar.
En Amarilis Lope logra que la mujer pase de se un objeto o un estereotipo si fondo a un ser humano de carne y hueso. Lope elogia a Marta de Nevares, pero también muestra sus defectos y limitaciones. Sin embargo, las características negativas no son vistas como algún defecto misterioso y maléfico, in entendible para el hombre. Aquí Lope no sólo justifica y entiende las cosas negativas que hay en Amarilis como cuestiones humanas, sino que las perdona y hacen que el poeta quiera más a su amada,
Ejemplo puede ser mi amor de amores
pues quiere amor que más se aumente y crezaca,
que si en amar defectos se merece,
ese es amor que en las desdichas crece,
(Blecua, p. 299).
Con Marta el poeta llega a entender a la mujer en un plano superior, ya no la ve completamente perfecta, completamente malvada, o una contradicción entre las dos. Ahora Lope ve a Amarilis como una entidad igual de compleja a él, que no se puede objetivizar ni representar por medio de las generalidades y los moldes comunes.
El caso de las poesías escritas para sus hijas ayudan a esclarecer la visión de Lope hacia las mujeres un poco más y desde un ángulo diferente. Con motivo de la muerte de su hija con Isabel de Urbina, Teodora en 1596 Lope escribe “A la sepultura de Teodora de Urbina.” Aquí es explícito el uso del estereotipo para definir a la mujer. Como su padre y bajo la sociedad española del momento, Lope ve a su hija como un ángel,
Hallé más presto el oro en tus despojos,
las perlas, el coral, la plata fina.
Mas, ¡ay!, que es ángel y llevólo al cielo,
(Blecua, p. 145).
Aquí Lope no es tan liberal como lo es cuando se trata e sus amantes. A pesar de sacar a sus amadas de los estereotipos que les impone la sociedad para humanizarlas, en cuanto a su hija, Lope sigue guardando la idea de que su hija es un ángel y la idealiza después de muerta.
V. Conclusión.
Después de este estudio es interesante notar que se puede ver claramente que Lope ve y representa a la mujer como un objeto y un estereotipo cuando se miran los poemas individualmente. En los poemas de Lope se ve claramente la influencia de Petrarca y Garcilaso, donde el poeta eleva a la amada y la idealiza. Sin embargo, al examinar los poemas en conjunto con las mujeres a quien fueron dedicados, se puede ver las muchas dimensiones y complejidad que le veía Lope a la mujer, como se puede ver en el caso de Elena Osorio, Micaela de Luján y Marta de Nevares.
Por medio del conceptismo y del concepto extendido, Lope saca a las mujeres de los moldes impuestos por la sociedad. A través de su poesía, los objetos y estereotipos que adopta, Lope no solo muestra a la mujer como un ángel o un monstruo, sino que los dos al mismo tiempo y todas las caracterizaciones que se pueden encontrar entre los dos extremos. Lope realmente ama a las mujeres en su vida y las conoce y representa en toda su complejidad. Es interesante que una de las técnicas que utilice para hacer esto es la objetivización y el uso de los estereotipos y que estos funcionan para humanizar y no des- humanizar a la mujer.
El tema de la belleza es interesante, pues al principio de sus amores, la belleza de Elena Osorio era un tema central en la poesía de Lope. Sin embargo, para 1634, Lope tiene una visión muy diferente en el soneto “No se atreve a pintar su dama muy hermosa por no mentir que es mucho para poeta,” donde Lope parece reexaminar sus ideas sobre la belleza de sus amadas,
Bien no puedo pintar una hermosura,
y de otras cinco retratar a Elena,
pues a Filis también, siendo morena,
ángel, Lope llamó, de nieve pura.
Bien puedo yo fingir una escultura,
que disculpe mi amor, y en dulce vena
convertir a Filene en Filomena,
brillando claros en la sombra escura.
Más puede ser que algún letor extrañe
estas musas de amor hiperboleas,
y viéndola después se desengañe.
Pues si ha de hallar algunas partes feas,
Juana, no quiera Dios que a nadie engañe:
basta que para mí tan linda seas.
(Blecua, p. 306- 307).
Aquí se puede ver como ha cambiado la idea de belleza que tiene Lope y parece decir que para ver a la mujer en realidad bella, se debe conocerla por lo que es y amarla como semejante. Lope parece no querer engañarse con “estas musas de amor hiperboleas,” y amar a la mujer por lo que en realidad es.
Se puede concluir diciendo que definitivamente Lope no representa al hombre machista de su época, y que más bien, por medio de su trato con las mujeres, fue in “feminista inconsciente”. También se puede decir que su “liberalismo” y entendimiento de la mujer se hace más profundo a medida que su vida progresa, culminando en Amarilis, cuando Lope por fin muestra a su amada como un ser humano.
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Sánchez Ortega, Maria Helena de. La mujer y la sexualidad en el antiguo régimen.
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Zamora Vicente, Alonso. Lope de vega, su vida y su obra. Madrid: Gredos, 1969.
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